Relax

El postre

Edición 01

Carlos Carrera.

El final debe ser cuanto menos exquisito, tanto o más que cualquiera de los platos principales, dejarme el recuerdo y la satisfacción en mi gusto. La temperatura adecuada, según sean sus cualidades y lo suficiente denso, pero nunca tan profundo como para adormecer.
Si existe algo por lo que vale la pena vivir y disfrutar, ese es el postre. Quien dijo que los finales no siempre son buenos, ¡se equivoca! El postre es ese final que todos esperamos -aunque no vivan felices para siempre- la experiencia de vivir nos deleita, asombra, enmudece y nos hace vivir plenamente con el objetivo de ese dulce final.
Saborear la vida es una práctica que a veces se ha olvidado. La necesidad impuesta y el apremio han devaluado la intencionalidad de la experiencia y el deleite final lo pasamos por alto. ¡Cuánta intrascendencia existe en lo que hacemos… cuando olvidamos a la persona que fuimos… cuando dejamos de disfrutar la guinda en el pastel!
No puedo imaginarme una vida sin postre, aún cuando por definición, o tal vez por costumbre, se sirve (o espera que sirvan) algo dulce, los hay para todos los gustos. Una taza de café para mí es indiscutible; un anís o tal vez una trufa de chocolate. Algo es cierto, cualquiera que sea su presentación, me seduce, me invita a pedir más. La saciedad nunca ha sido mi fuerte, menos cuando de dulce se trata.
Me sabe a segundo placer. No podría acabar sin haber saboreado las mieles detrás de la gula.
¡El final deber ser, soberbio!